LOS ADIOSES POSTERGADOS, ADIOSES DE “DINGS” SIN “DONGS”
A veces, como sin querer pasar, como sin querer dañar, como sin querer mentir, sin perdón ni revancha, ya exhaustos y de puntillas, llegan esos adioses que uno no esperaba, que uno no desea, que todos tememos y que nunca debieron llegar, pero sencilla y llanamente, llegan.
Para que haya un adiós, debe de haber existido un hola, por insonoro, distante o mal que se recuerde. No hay noche sin luna ni día sin sol, por muy nublado que esté o por mucho que cerremos los ojos.
Los adioses postergados son esos adioses que se produjeron mucho antes de llegar. Son esos adioses que se mantienen artificialmente desde que nacen hasta que muestran sus síntomas, y cuando lo hacen, ya es tarde para la inocencia y para la paciencia, tarde para la pasión, tarde para la pena, incluso tarde para el odio o el amor, sencillamente tarde para todo, tarde para los dos. Es sencillamente la ruptura de la regla del no hay hola sin adiós.
Un día de “invierno”, porque los adioses da la casualidad que siempre llegan en esta estación, el adiós se presentó a la llegada de mi avión. Lo hizo en silencio. Se presentó sin presentarse, se presentó como siempre, a traición. Y ya ves, ahora lo recuerdo, “a mi que nada se me olvida”.
Ya no me cita en Corrientes “y” Callao, ni me abraza en la calle de un pintor, tan solo su ausencia hace acto de presencia en cada recuerdo; con perdón. Todo lo que fuimos y, ya lo ves, tan solo quedamos tu y después yo. Las damas primero.
Quizá fue uno de esos adioses que nunca existieron, uno de esos adioses que vienen y van, adioses sin adiós, de esos que siempre latirán por vos.
Ya hacía años venía amenazando como la “crónica” de Gabriel García Márquez. Siempre supe que llegaría y siempre temí que lo hiciese, pero como todo en esta vida y en esta muerte, ese “invierno”, finalmente llegó. Si, llegó, llegó la “sangre”, y con ella el gotero y el sonido del doctor. Todo llegó para vengar el verdadero adiós. Recuerdo que a veces gritaba, otras rogaba, otras veces amaba tanto que acababa partiéndose en dos. El adiós nació aquel día, no a la llegada de mi avión. Allí quedé cantando, como canta el maestro, “Con la frente marchita” perdido entre dos palabras tan similares fonéticamente y tan opuestas de significado, la pasión y la compasión.
Otros dos adioses llegaron con poca distancia uno del otro, casi en forma unitaria, como si fuese el mismo repetido. Uno fue una espera y el otro un mensaje. Son esos adioses que algunos llaman “de sangre”.
La sangre? Desde niños nos enseñan que la sangre lo es todo, que las gentes de la misma sangre no se puede separar, que siempre se deben querer, proteger, que todo se debe perdonar por la sangre. Tan relacionado está este fluido con el amor, la entrega, el perdón o la educación? Todo vale si la sangre es la misma? Perdón, pero NO. El amor no se hereda.
Ni aquella espera ni aquel mensaje fueron el adiós, sino lo acontecido tras tantos “dings” sin “dongs”. La campana debe hacer “ding” y “dong”, sino, no es una campana, es un martillo. Las cartas sin responder, los detalles sin corresponder, la falta de confianza, las llamadas de larga distancia hasta provocar la sordina, los “querer sin poder”, las visitas sin ilusión, los brazos del deshielo, las búsquedas sin encuentro, las manos que nunca llegaban cuando la soledad y el desprecio eran compañeras de baile de caverna, si, de caverna, ni siquiera de salón.
En definitiva, que ya no tolero eso que yo denomino “las miserias afectivas”, esas en las que solo se invoca a Santa Bárbara cuando truena. De nuevo, “dings” no correspondidos. Ya quisiera yo un Alzheimer selectivo para mi cerebro pero lamentablemente cada vez soy mas mujer, es decir, que perdono pero no olvido.
Ojalá pudiera haber compartido la sangre todos los valores que he cosechado y a los que me aferro y defiendo a capa y espada. Ojalá no hubiese sufrido tanto para hacer frente a esta incómoda realidad. Ojalá hubieseis estado cuando os necesitaba, aunque fuese solo una vez, para que hoy os llevase en mi cabeza. Ojalá el amor hubiese sido el denominador común sin las temidas y afiladas garras de la indiferencia. Ojalá mis éxitos hubiesen sido los vuestros y viceversa. Ojalá hubiese habido un agradecimiento donde hubo comparación. Ojalá hubiese brillado la sencillez que acompaña al perdón. Ojalá hubieseis entendido por donde van los valores que dan cuerda a mi reloj. Ojalá hubiésemos “crecido” juntos. Ojalá la vida no me hubiese hecho tan diferente a vos. Ojalá pudiera y supiera perdonar mil veces el mismo delito. Ojalá este amor no tuviese moscas. Ojalá, este silencio no fuese palabra de Dios. Ojalá no hubiese habido secuelas premeditadas con monosílabos de tres sílabas ni hubiese partido todo en dos. Ojalá la palabra vergüenza nunca fuese precedida de su mas cruel preposición. Ojalá "Juan y José" se hubieran ido juntos, ojalá pudiera haber perdón.
Esto nada tiene que ver con eso que yo con tanto cariño denomino "los adioses suspendidos", que son aquellos que pueden nacer en pleno frio y donde siempre hay y hace calor. Son adioses de “hasta siempre”, adioses de “no me abandones”, adioses de “esperame”, adioses de “volveré a por ti”, adioses de “justos hasta la muerte”, adioses sin adios.
Los adioses nacen en un punto y no son causa de ninguna concreta situación, sino de un largo y repetido “ding” sin “dong”.
Paco Ramos
Caribe, a marzo de 2015
EL PUÑAL DE TU VACIO
Eras o eres? Si yo fuese capaz de responder esta incómoda y despiadada pregunta.
Amenazaba ser una tarde más, una como otra cualquiera. Una de esas de “en invierno frio, y en verano calor”, sencillamente una más. Una tarde sin expresión ni mucho sentido. Recuerdo con precisión el calor de ese dichoso agosto, mi adolescencia en efervescencia, un calor de justicia, de esperanza y toda una vida por delante que se antojaba tan eterna como mía. Hoy recuerdo especialmente el momento y haciendo recuento de todo lo que poseía, creo que esas eran todas mis pertenencias, una eterna vida, solita y enterita para mi.
La época ofrecía comunicación medieval y la eterna paz en guerra de mi progenitor me pidió que esperase a un desconocido. Aquel desconocido fuiste tu y tu compañía de un equipo de secuaces sin alma con olor a ambición, orgullo, pillaje y tauromaquia.
El ruido comenzó tan pronto como empezaron a hablar. La seguridad de mi adolescencia era frágil como los rayos de sol del invierno europeo, tan insípida como un trago de agua caliente, tan dura como, tan dura como el perdón. Mi autoestima se despertó cuando escuché tu rotundo “queréis dejar hablar al chico, que está diciendo algo interesante?!”. Esa frase fue el detonante de la mayor amistad que se ha conocido sobre la faz de la tierra. Nuestros 21 años de diferencia se desplazaron como lo hacen las sombras al paso de la luz.
Apenas habían pasado 6 meses del desgarrador adiós de mi madre y mi tímida mirada solo hablaba de incógnitas , de temores, de necesidad, en definitiva, de sustitución. La vida parecía haber robado 57 años a aquel inhóspito y desértico 1986.
Aquellas malas compañías se fueron al país de nunca jamás y allí nos quedamos los dos, en compañía de tu hospitalidad y mi famélico corazón. La fundición de un abrazo y aquella sonrisa de bienvenida se convirtieron en la más feroz resistencia a la soledad que esta vez estaba condenada a quedarse tan sola como merecía.
Recuerdas, viejo amigo, recuerdas algo de todo esto?
- La navidad que me había abandonado mi novia a causa de mi desprotegido destino y esa falta de un futuro prometedor que espantaba hasta las ratas? Llegué a tu casa la noche de Navidad con mi mar de lágrimas esperando que tu me las secaras. Nos recuerdas en Titanic (que nombre mas apropiado), bailando tus 39 años con mis 17? Parecíamos el escuadrón de la muerte pero allí estabas haciendo el milagro de convertir una noche de penurias en una luna de miel.
- Recuerdas, amigo, cuando me llevaste a aquel prostíbulo la noche de Navidad y me dijiste “espera aquí. Regreso enseguida”. Saliste con la prostituta menos agraciada del prostíbulo y yo pensé en lo que están pensando todos los lectores de mi escrito. La subimos al coche y tu le abriste la puerta, como lo harías con una princesa. Ella pensaba que pasaría la noche con los dos pero de repente nos metimos en aquel bosque y ella intentó tirarse del coche en marcha, temerosa de que fuésemos quien sabe, asesinos? Recuerdo que evité su muerte por milímetros y la adrenalina corría al galope por las carreteras de aquel bosque de la esperanza. Tu detuviste el coche y la dijiste “Tranquila mujer, estas en buenas manos. Somos gente de buen corazón”. Para serte honesto, yo ya tenía tantas dudas como ella. El coche dejó atrás el bosque y llegamos a tu lujosa morada. Ella no entendía nada. Entramos y le abriste la puerta dejándola entrar en primer lugar. La pobre nunca había sido tratada con tanta dulzura, seguramente desde la última vez que dejó de soñar. Cerraste la puerta, pusiste música y la dijiste “Tranquila mujer, hoy es Navidad y solo quiero que seas feliz. Dime que te doy por pasar la noche en nuestra casa y cenar con nosotros. No queremos sexo, tan solo hacer de esta noche una noche inolvidable. Por cierto, que champagne prefieres? Te gusta el caviar? Te importa si enciendo las velas? Te he visto tan perdida y sola en aquel lugar. Tranquila, disfruta de la velada y ….por cierto, Feliz Navidad”. Tras la cena, la acompañaste a la primera planta y la diste a elegir entre las habitaciones disponibles, la diste un beso en la frente y la diste las buenas noches. Al amanecer la llevamos a su casa y la despedimos con un abrazo. Recuerdas esa noche, amigo?
- Recuerdas la noche de invierno y lluvia que me presenté de madrugada con el Mercedes de México y cortando jamón me sesgué un dedo y llené todo de sangre hasta desmayarme? Todavía llevo la cicatriz. Me recuerda a ti cada día de mi vida.
- Recuerdas cuando diste la vuelta con el barco en alta mar? Te viste morir solo en medio del océano. Que valor!
- Recuerdas cuando me contaste que te habías casado en tres ocasiones? Yo te pregunté por qué fallaban todos tus matrimonios y me dijiste “siéntate, amigo. Voy a contarte la razón”. Yo me quedé expectante e intrigado. Tus ojos se llenaron de pena y me dijiste “Sabes, cuando yo era como tu, me enamoré de una chica como la que te ha dejado a ti. Yo era un don nadie, un simple mecánico fresador con un futuro incierto. Sus padres le obligaron a dejarme y yo me sumí en una inmensa depresión. Como siempre había compaginado la música con mi vida de estudiante, conseguí montar una banda y llegamos a ganarnos bien la vida. Empezamos a ser conocidos, a verse nuestra foto por los carteles publicitarios e incluso en algunas revistas. Sus padres empezaron a verme crecer y ………un buen día, ella se presentó en la boca de metro más cercana a donde ensayábamos. Al verla, mi corazón se detuvo. Me sonrió, me abrazó y me pidió venir a ver los ensayos. Yo le respondí que prefería verla después porque si ella estaba presente no lograría concentrarme y acabaría mal con mis compañeros de grupo. Ella prometió silencio, no moverse e insistió tanto que finalmente cedí a su petición. El semáforo se abrió y al ir a cruzar, un coche la arrolló y la mató delante de mis ojos. Era la mujer de mi vida, la mujer que más había amado en toda mi vida, mi única novia, mi refugio, mi todo, era mi amor.” Como era de esperar, las lágrimas interrumpieron nuestra conversación y con la voz entre cortada me dijiste “Cada día, cada noche, al ver a mi mujer, me acuerdo de ella. No he podido volverme a enamorar nunca más porque sigo enamorado de ella, amigo. He tenido compañeras y he intentado quererlas pero ninguna mujer jamás será ella”.
- Y recuerdas, casi 20 años después de conocernos, que un día íbamos en tu coche por el mismo bosque por donde aquella noche de Navidad pasamos con la prostituta y yo te dije “Bueno amigo, aquí estamos, 20 años después. Llevo más años a tu lado que sin ti. Siempre hemos estados juntos y nunca nos hemos fallado. Si unos años anduve un poco ausente fue porque tu eras un hombre rico y yo un don nadie”. Me interrumpiste alterado y respondiste “Jamás vuelvas a decirme algo así, jamás. Yo fui tu amigo siempre, en las buenas y en las malas, cuando fuiste camarero y ahora que lo tienes todo. Por favor, no vuelvas a decirme eso”, y te pedí perdón.
- Recuerdas cuando me dijiste caminando junto al mar “Estas enamorado?” Yo te respondí que sí y tu contestaste “Si tu crees que es la hembra adecuada, adelante, cásate y ten hijos. No lo pienses más. Eso o se siente o no se siente”.
- Recuerdas comiendo una y mil veces que perdía la atención mirando a todas las chicas que pasaban y me dijiste “vamos, que te las follarías a todas, no?” y yo tímidamente te respondí “pues si, amigo, si”. Sonreíste y la conversación siguió hablándome de tu eterna fidelidad a todas las mujeres que habías tenido en tu vida.
- Y recuerdas en tu querido mar andaluz, cuando me intentaste introducir en la navegación? Sabes, amigo? Estudié navegación por ti y gracias a ti. Después te fuiste a dar la vuelta al mundo tu solo en vela y en las Islas Tonga conociste a la mujer que te arrancaría el corazón. No os entendíais y yo iba a tu casa a hacer de traductor. Ella me decía lo que no le gustaba de ti y yo le decía aquello que tu adorabas o rechazabas. Fue otro intento de buscar a tu primera novia?
Y entre tantos “Recuerdas” que no puedo contar por no faltar el respeto a tu intimidad, te cuento a continuación el “Recuerdas” que más te dolió.
Recuerdas que un día me llamaste con carácter de urgencia para contarme que tu mujer había desaparecido con tus hijos y que sospechabas de un idilio entre ella y tu ex socio? Me pediste que te ayudase a localizarla pero que tenías la certeza de que estaba en la isla del Pacífico Sur donde la conociste. En un acto de desesperación me dijiste que juntarías todas tus armas de tiro olímpico y me pediste que fuésemos a atacar la isla, como en los tiempos del bucanero barba negra. Yo, como no podía ser de otro modo, respondí “a que hora, que día y de qué mes zarpamos?”. Tu me miraste como el que mira a lo único que se tiene en este planeta, sonreíste como diciendo “que suerte tengo de tenerte” y acordamos salir en tu velero, un día tal, de septiembre, de 2001.
Te recuerdo temblar y decirme “se me está paralizando el brazo y la pierna derecha”, mientras yo intentaba calmarte dándote confianza de que encontraríamos a tus hijos y los devolveríamos de nuevo a casa. Perdona, amigo y permíteme que me seque los ojos pero la parte que viene ahora es imposible de digerir, tanto como fue para ti el final de tu primera novia. Esto es algo que nunca hablamos y hoy quería contártelo.
Eran las 17:30 cuando te despedí en tu casa. Me marché a casa y esa noche no puede dormir pensando en la responsabilidad de tu propuesta para recuperar a tus hijos. A primera hora de la mañana sonó el teléfono como si fuesen los disparos de un revolver en mi cabeza y alguien dijo “Es usted el Sr. Ramos? Por favor, acuda al hospital de la Zarzuela. Su amigo Pedro está en la UVI y ha dado estricto permiso de que únicamente usted acceda a verle”. Pregunté “ y sus hijos mayores?” pero la respuesta fue “solo usted, señor Ramos”.
Como no podría ser de otro modo, los Dioses no pasan desapercibidos ni para morir. Era el 11 de septiembre de 2001 y yo ese día tenía que volar a Nueva York. Ya había mandado a mi mujer a Suiza y yo salía a Suiza para volar juntos desde allí. Entré en aquella UVI y al verte con todos aquellos tubos, me sentí morir. Apenas podías hablar y medio balbuceante me dijiste “Me tienes muy preocupado, hoy salías a Nueva York y mira lo que han hecho los musulmanes”, mientras se veía en la televisión del hospital como caían las torres gemelas. Tu estabas moribundo y todavía estabas preocupado por mi. (Por favor, dame otro minuto que desempañe mis ojos. Apenas consigo leer lo que escribo.) ....Te prometí que ya no volaría e hice regresar a mi mujer a Madrid.
Me dijiste “ Me muero, amigo, esta vez me muero. Cuida de mis niños” y yo, tragando a litros las lágrimas y fingiendo estar entero te dije “ No, amigo, ni mucho menos, verás que te pondrán un catéter y en unos días estaremos en tu barco caminito de alta mar”. Solo tu sabías que yo no tenía razón, solo tu, amigo.
Ya no volví nunca más a escuchar tu voz, nunca más. Esa noche te dio otro infarto y luego otro, y después otro. Te tuvieron entubado un mes completamente inconsciente. Yo acudía a diario a tocarte la mano o verte a través de los cristales pero tu ya estabas en tierra de nadie.
Solo siento tener una deuda contigo y una espina clavada en el corazón que me irá sacrificando mientras viva. Lamento no habértela podido contar y sobretodo lamento no haber estado a la altura. Aquí te la cuento, esperando tu perdón.
Yo esperaba que un día te quitaran la sedación y poderte hablar, darte ánimo o si llegara el caso, despedirme de ti, lo mismo que tu hubieses hecho por mi pero nunca te despertaban y los médicos me daban falsas esperanzas que todas terminaban con la palabra “mañana”. Un “buen” día, precisamente el día de tu cumpleaños, los médicos finalmente te quitaron la sedación y despertaste por 30 minutos. Yo, estúpido de mi, estaba donde no tenía que estar. Me llamarón cuando estaba haciendo lo que no tenía que hacer y me dije “que bien. En una hora voy”. Yo no sabía que ya no habría más oportunidades. No sabía que esa vacilación marcaría mi vida para siempre. Cuando procedía a acceder a mi coche para salir a verte y abrazarte, el maldito teléfono volvió a sonar enterrándome una parte de mi por siempre jamás. Tardé demasiado en llegar al hospital porque las lágrimas inundaban unas mejillas, ya deshidratadas de tanto llorarte.
Como solo habías dado permiso de que yo accediese al hospital, allí me encontré con algo que se parecía a ti pero que ya no eras tu. Me paraliza el recuerdo de besar tu frente, ya fría, sujetar tu mano helada y la aterradora sensación de saber que ya no estabas allí, que no volvería a verte nunca jamás.
Yo fui quien tuvo que dar la terrible noticia a tus allegados, a tus hijos e incluso quien tuvo que ir al aeropuerto a recoger a la mujer que te mató y a tus hijos pequeños. Después llegó tu incineración y allí acudieron tus amigos, tus hijos y YO. Yo fui quien recogió tu casa, quien ofreció amor a tus hijos y como compensación recibí algunas fotos tuyas y otras de los dos.
Lo siento amigo, te pido perdón por no poder despedirte, y sobretodo por no poder cuidar de tus hijos. Tu mujer se encargó de alejarlos de mi para que no influyese en ellos y ella quedase como lo que fue, la peor persona que he conocido y conoceré jamás.
Por cierto, tu madre murió meses después de irte tu y no dejaba de preguntar " y mi Pedrito, por que no viene a visitarme?". Le dijimos que estabas en el hospital pero que le mandabas muchos besos y que tan pronto salieses lo primero que harías sería ir a visitarla. Por suerte nunca se enteró de tu partida.
Y sabes algo, amigo? Tu presentimiento también se confirmó. Ella tenía un idilio con tu ex socio y se fue a vivir con él. Como no podía ser de otra forma, al conocer quien era en realidad, acabó poniéndola en la calle. Intenté localizar a tus hijos pero ella nunca lo permitió. Intenté recuperar tus guitarras, tu piano y llevarme un trocito de ti por el mundo pero ella me lo impidió.
Y ya ves, aquí sigo, amigo del alma, recordándote y extrañándote como si hubiese sido ayer. A veces hubiese preferido que no me hubieses querido tanto, que me hubieses tratado peor, que me hubieses echado de tu casa o hubiese sufrido una decepción. De este modo no arrastraría literalmente por el mundo el título de este escrito.
He decidido escribirte esta desgarradora carta por si un día llego a ser mayor y pierdo la memoria, que al menos pueda leer este escrito y no olvidar quien fuiste o mejor dicho, quienes o qué fuimos los dos.
Como seguro te preocupará, soy feliz, tengo dos hijos y sigo haciendo camino por el más allá. Es imposible sustituirte pero, con tu permiso, intento compensar tu ausencia y tus afectos luchando por conseguir todo lo que el destino nos robó.
Y para despedirte por hoy, te diré que este verano he conocido en un país árabe a un amigo que estoy seguro lleva parte de ti. El es sueco pero tiene tus gestos, tu acento en español, tu edad, tu mirada, tu expresión, es navegante, vive en su barco como tu y aunque todavía no nos queremos tanto, entre tu “ausencia” y su presencia, vuelvo a ser yo, volvemos a ser, tu y yo.
Cada vez que enfrento el peligro, que veo el mar o sale la palabra “amistad”, te recuerdo, como se recuerda lo que nunca se olvidó. Será que nunca te fuiste, que el alcohol excita la memoria o será que perdí la razón?
Paco Ramos
Caribe, enero de 20
REBELDE CONVICTO
Realidad o ficción? A quién le importa, si quién siente soy yo?
Quién decide qué hacer con mi dolor? Quién es quién sino yo? Quién mata o muere por mi, si el que muere soy yo?
No recuerdo si maté amando o si mentí muriendo, lo único que recuerdo es que ya todo pasó.
A quién debo rendir cuentas? Donde está mi Dios? Siempre que lo necesito acabo sin su perdón. Cuales son mis pecados si no amar a traición?
Siete vidas tuve y siete vidas doy. Hoy el tiempo confirma que, haciendo bien las cuentas, son siete más que doy. Moriré como viví, herido de vida, no de muerte.
Banderas, qué banderas? Si el patriotismo se cura viajando, orgulloso estoy de ser ..... quijote para soñar, árabe para desear, italiano para la pasión, latino para el amor, budista para reencarnarme, tuareg para percibir el tiempo, rastafari para la templanza, y miembro de todos aquellos pueblos que sean mucho más que eso, un pueblo.
Cristalitos de bohemia, esperanza de mi razón. Por qué a mi, por qué yo? Tan solo espero y deseo que el menor de mis descuidos, no os quebréis en medio de mi corazón.
No me habléis de hombros ni de frentes, ni del dedo corazón, pero tampoco me habléis de rodillas, sencillamente habladme de vos. Relativas cantidades que hierven en una relación. Nunca fue equiparable una montaña de odio con un poquito de amor.
Que queréis que sienta? Qué osáis decir? Qué vergüenza escondo? Acaso no merezco vivir? No quiero más cadenas, no más imposición. De que sirven las Biblias que amenazan mi razón? Carezco de todo lo que me ofrecéis y derrocho todo lo que criticáis mas no permitiré jamás que su toga ajuste mi soga.
Culpable? Sí, fui yo. Rechazo la quinta enmienda y acepto todos los cargos. Rebelde convicto y reincidente , ese soy yo. Exiliado por vocación. Me crezco en los renglones más torcidos de Dios.
Paco Ramos
Caribe, enero de 2015
Descripción
CUANTO QUE CALLAR………
Quién no ha imaginado alguna vez cuales serían las consecuencias de un mundo sin mentiras?. Es algo que todos hemos soñado alguna vez pero, sería habitable? La mentira o como algunos prefieren llamarla sutilmente “medias verdades” o “mentiras piadosas”, son necesarias para la subsistencia del ser humano?. Suena duro? Seguramente si, pero así son las reglas de un juego, tal vez, imposible de evitar.
Imaginemos un mundo sin mentiras y comprenderemos que no es mas que una utopía. El único periodo en que nos permitimos ese lujo y vivimos sin el filtro de la mentira es en la pre-adolescencia y, como consecuencia, siempre estamos a golpes. Los adultos solemos decir que los niños son crueles cuando dicen las verdades sin medir consecuencias. Esa época finaliza en un proceso de aprendizaje sobre el arte de las medias verdades o lo que yo denominaría “verdades reguladas”. Sigue sonando duro y gran parte de mis lectores, estoy convencido que siguen en desacuerdo.
Imaginemos que:
- Una adolescente le dice al chico que esta perdidamente enamorado de ella, “No me gustas nada” o “jamás te aceptaría como pareja”. La mentira es decir “Es que no estoy preparada”, “Necesito centrarme en los estudios”, “te quiero como amigo”, etc…
- Un padre le dice a su hijo “Tu hermano es mejor que tu y es mi ojo derecho. Eres muy torpe o vago”. Debería decir “Hijo mío, esfuérzate y supera los obstáculos de la vida. Aun estas a tiempo de enmendar tus errores y conseguir tener una vida digna”? Esto evita el enfrentamiento radical entre padre e hijo.
- Una novia le dice a su novio “Sigo enamorada de mi primer novio. Estoy contigo porque el me dejó. Te quiero pero si el no me hubiese abandonado, yo no estaría contigo hoy”. Sencillamente, mejor callar la verdad, no?
- El cuerpo de tu pareja comienza a deteriorarse con el paso de la edad y soltamos un “ya no me excites como antes”. No es mas adecuado un “Amor, no te queda mal esa arruguita. Tenemos que ir los dos al medico ese tan bueno que nos recomendó tu amiga y que nos aconseje sobre que hacernos”?
- El médico nos ha diagnosticado una enfermedad y nos suelta de sopetón la verdad “tiene usted…….”. No es preferible una mentira que nos de esperanza y nos haga la estancia mas saludable?
- Nos terminan de presentar a un cliente o a un proveedor que no hemos podido elegir por falta de oferta y no nos ha dado buena impresión pero lo necesitamos y le dijésemos antes de iniciar su trabajo “Me caes como una patada en el culo. Mas te vale que hagas bien tu trabajo”. Deberíamos decir la verdad, o sencillamente callar con una mentira silenciosa?
- Un hombre le dijese a su mujer “Dios mío, que buena esta tu amiga, tu hermana, la vecina o esa que está cenando en esa mesa. Me esta excitando salvajemente”. Esa es la verdad pero, no sería mejor callar?
- Un amigo le dijese a otro “que fea es tu novia, tiene una nariz que parece un águila”. Nos callamos de nuevo o si nos pregunta que opinamos de su físico le respondemos un cobarde y mentiroso “Esta bien, está bien. Parece buena chica”?
- Una mujer le dijese a su marido “Que interesante es tu amigo, siento mariposas en el estomago siempre que salimos a cenar todos juntos. Si no fuese por mis cargos morales, podría perfectamente tener un idilio con el”. Mejor seguimos callando, verdad?
- El presidente de turno de EEUU se reúne con el de China y le dice “Os estamos esperando. si ponéis un pié en nuestro territorio, no dejaremos un solo chino vivo”. No es mejor callar la verdad y desarrollar el arte de la mentira diciendo “Sería de nuestro agrado el entablar un acuerdo de dialogo pacifico y abierto para mantener las buenas relaciones que unen a nuestros queridos pueblos”?
- Nos detiene la policía por una infracción y le decimos “Otra vez que vienes a joderme. Me estas tocando los huevos con tu multita”. Quizá debiéramos decir “Lo siento señor agente. Tengo un problema familiar o laboral y me he despistado con el limite de velocidad.”?
- Un empleado le dice a su irritante jefe “Es usted insoportable”. Esto suele arreglarse con un “Perdone, no volverá a ocurrir”. Sería mejor decirle la verdad y afrontar un despido o fingir un “acuerdo” y seguir en la foto?
- Un Imán árabe se reúne con el Papa para tratar cualquier tema de principios religiosos, ubicación de una nueva iglesia o tratar sobre los métodos anticonceptivos y la planificación familiar. Si hubiese honestidad, la guerra está servida.
Las mentiras son siempre del tamaño de las consecuencias que ocasionaría una verdad. Salvo en casos patológicos, no mentimos por placer, sino por necesidad.
Si dijésemos todo lo que pensamos, sin filtros ni piedad, si fuésemos siempre sinceros y tuviésemos la verdad por bandera y religión, nos destruiríamos, viviríamos en una guerra mundial constante. Quizá ya nos hubiésemos extinguido. O quizás somos tan hipócritas como para creernos que un silencio o una media verdad es menos mentira que una mentira?
Debemos remitirnos a las palabras del poeta “me educaron para amar al prójimo, pero aparentemente al prójimo no le educaron para amarme a mi” para comprender los códigos de respeto y la línea divisoria entre una mentira juiciosa y una verdad piadosa?.
Si la verdad y el honor hacen tan buen binomio, la mentira y la autoestima lo hacen también? En el fondo, todas son compañeras de celda y conjugadas en su justa medida, son tan merecedoras del respeto social como lo son el clítoris o el corazón.
Existe la verdad? Si, por supuesto que existe. La verdad existe circunstancialmente en boca ajena y permanentemente en uno mismo. Incluso, hay mentiras que de tanto repetirse, terminamos convirtiéndolas en verdades, acomodadas a gusto del consumidor.
Cada vez que una pregunta tenebrosa se aproxima con intención de descubrir una incomoda verdad, ese mecanismo de autodefensa llamado mentira nos vuelve a lanzar los dados de la suerte sobre la mesa de juego.
Quizá la mentira tenga la reputación de una cortesana pero siempre hay, hubo y habrá, Cortesanas y cortesanas, como hay Curas y curas, Padres y padres, Amores y amores, Profesores y profesores, Amigos y amigos o incluso Ladrones y ladrones.
Que es la mentira, sino el arte de desarrollar un mecanismo de defensa capaz de vencer la verdad? Decía el poeta “que ligera es la mentira y que pesada la verdad”.
Supongo que la verdad y la mentira no son tan enemigas como nos enseñaron de niños y, permítanme resumirlo en una sola frase, “cuanto que callar……para poder seguir hablando.”
Paco Ramos
Caribe, octubre de 2014
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LOS DESACIERTOS DEL EXITO
Se nos suele adoctrinar en la creencia de que los desaciertos cometidos son sinónimos de fracaso, de error, de perdedor, y nos excluyen y juzgan aquellos que, habiéndonos advertido del riesgo, nos ven caer ellos.
Mi experiencia acerca de los mal llamados desaciertos, fue bien opuesta, pues considero que cuando detrás de ellos se esconden los ingredientes necesarios; tales como el amor propio, el espíritu de sacrificio, la decisión y, como no, el orgullo, el efecto que estos ocasionan es demoledor, arrollador, inquebrantable, en cuanto al aprendizaje constructivo se refiere. Por suerte, mi vida está llena de desaciertos, y a ellos les debo no solo todo lo que soy sino también lo que espero de mi.
Mi primer “desacierto” fue amistarme con mis enemigos. Sus malas prácticas y envidias me mostraron el verdadero valor de la amistad, su significado y cuales eran las mejores ramas para cobijarme en caso de lluvia extrema.
Mi segundo “desacierto” fue poner a merced de la “diosa” Calisto mi propio destino, un destino que nunca mereció, desaprovechó y abandonó en un estado famélico. Tiempo después, todavía caían chaparrones de ella. A ella le debo tanto como jamás sabrá, y a través de estas líneas le muestro mi eterno agradecimiento, pues su desdén me aportó la fuerza necesaria para no volver jamás, para aprender y luchar, para saltar a un abismo de culturas “incomprensibles” donde aprendí que el conformismo no era sino la letra pequeña, o mejor dicho, la mala letra, de una “póliza de riesgo” que algunos llaman “juventud”. Bendito segundo desacierto!
Mi tercer “desacierto” fue abandonar el rebaño de la “sabiduría” regulada. Cuantos interrogantes nevaron sobre mi inhóspito y poco concurrido “callejón sin salida”. Las compañías de conveniencia encontraron otras mas afines, las “damas de compañía canina” se convirtieron en otras mas “felinas”; llegó la medianoche y, por no quedar, no quedó ni el escribano que diera fe del nombre del más común de los mortales, que era yo. De mi salida del rebaño aprendí absolutamente todo lo que sé. Dando la espalda a los “la letra con sangre entra”, a los “esto es así por que lo digo yo”, a “los castigos de quita y pon”, o al seminario (y yo que pensaba que la palabra seminario provenía de semen), me encontré con la sabiduría de las gentes de tren, la de los moteles de “buena muerte”, la de los inmigrantes de necesidad, la de los “apátridas con pena y gloria”, la de las gentes de nevera vacía y, en definitiva, la de todos aquellos que no habíamos visto el mar. De qué me servía estudiar los mares si no podía tocarlos, nadarlos, olerlos, sentirlos?. Y la sexualidad? Vamos, no me hagan reir! La teoría era demasiado aburrida para una lámpara de Aladino manchega.
Mi cuarto “desacierto” llegó con la llamada de los galones del totalitarismo. Mi acumulada ambición con tintes narcisistas puso la cruz en el lugar “equivocado”. Aquella cruz de trazados de tinta me llevó a otra de madera, con su correspondiente corona de espinas y los 4 clavos que daban dirección a los puntos cardinales, o quizá fuesen “cardenales”. La comida, el mejor manjar, sumisión para desayunar, disciplina para comer y esperanza para cenar. De ahí saqué las armas para usurpar mis recién estrenados principios y todo el espíritu de sacrificio para infravalorar las batallas y centrarme en la guerra de la insumisión.
Mi quinto “desacierto” fue abandonar un bien remunerado alto cargo, con hoteles de cinco estrellas, vuelos en Business y de ámbito mundial; a cambio inicié una aventura por cuenta propia, en un momento en que las cargas hipotecarias me trataban de tu a tu. Tal fue la presión y el agobio por mantener mi orgullo a flote, que aquello desembocó en una cadena de éxitos desencadenados que forjó el fundamento de mi bien llamado "Dios de la seguridad".
Mi sexto “desacierto” fue abandonar una vida acomodada en mi país, con cargas familiares y en contra de todo pronóstico, para mudarme a las viejas ex colonias españolas que algunos llaman “tercermundistas”. Aquí he hallado un nuevo modo de vida, cambié de dioses, de horarios y hasta de pasión; vi ampliar los horizontes de mis hijos y comparto mesa a diario con mis amigos, “Pacifico” y “28 grados”.
....Y, estoy seguro que seguiré cometiendo “desaciertos” que me guiarán a nuevos lugares, inseguridades, retos y muros “infranqueables”. Para afrontar dichos retos, invoco las palabras del “lúcido” Don Quijote a su fiel amigo Sancho “Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace mas que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”.
Paco Ramos
Caribe, en abril de 2014
Descripción
AMNESIA FRUSTRADA
Yo creía que las heridas sangraban dependiendo de su gravedad y que a mayor gravedad mayor dolor. En la batalla del amor aprendí que las heridas más dolorosas no emanan sangre.
Pensaba que Morfeo y Cupido formaban un tándem formal e inseparable hasta que adiviné la mala coordinación de los mismos para acudir puntuales a sus citas.
Las sirenitas eran seres que seducían a los sueños y siempre dieron respuesta a mis “por qué” pero nunca a mis “por donde”
Creía que la inocencia invadiría el mundo de fieles y bonachones “Sanchos”, hasta que el glaucoma de mi adolescencia sanó y la sabiduría fue llenando mi tierra de “Rucios”.
Imaginaba que la envidia era un virus en vías de extinción, que solo atacaba a la arrogancia y acabó convirtiéndose en epidemia. Su única vacuna la hallé en la distancia.
Estaba tan seguro que me extrañaría toda una vida, tanto como la extrañaba yo, pero de tanto extrañarnos terminamos convirtiéndonos en dos extraños.
Mi primer amigo me hizo creer que la amistad sería siempre de letras pero la calculadora del clasismo impuso licenciatura en ciencias exactas.
Iluso de mi, que creía que amar era antónimo de matar. El día que escuché por primera vez “me muero de amor”, comprendí la complejidad y peligrosidad de este binomio. Los mayores asesinos, no son otros que el tiempo y el propio amor. El tiempo, siempre justiciero y en vigilia para robarnos todo lo que se amó, y el amor contrincante débil que termina perdiendo en el ring todo el poder que nunca la vida le dio.
Paco Ramos
Caribe, enero de 2014
Vanessa corpus 30.01.2018 17:52
Excelente.
Shasha 13.11.2014 01:12
Un poeta del siglo XXI... Maravillosos relatos...
God bless you..
Comentarios
30.08 | 22:43
Hola Ciborg. Si, son escritos autobiográficos y la vida es un cúmulo de em...
30.08 | 22:05
Buenas noches... O día, según el Hemisferio. Paco, estoy ojeando tus ...
16.05 | 01:00
Sin palabras... Seguro una alma de mundo
02.01 | 03:03
Soñar; buscar, rriesgar; compartir; seducir,abandonar...