PLATERO, EL TIEMPO Y YO
Antes de nada, perdón por haber descuidado mis obligaciones de bufón de la corte, frustrado aprendiz de escritor. Quien me quiere debería alegrarse, pues es menester que cada vez que escribo, es por algún infortunio o tormentosa razón, inicio de alguna algarabía en los ejes de mi carreta o algún desahucio en el corazón. Como decía D. Miguel “El año que es abundante de poesía, suele serlo también de hambre”.
Los que hayan pasado por este trance, sabrán que hoy es día de balances, de juicios nobles de medio pelo, de empezar a “recogerse” temprano, de izar las redes tras largos años de pesca y hacer recuento de presas pues, con la suma de estas, más alguna que consiga robar al destino, espero arribar a tierra firme, donde termina todo lo que empieza y donde ha de ralentizarse el zumbido de mi diapasón.
Dichoso de llegar sin ninguna libertad mermada ni maneas que limiten mis sentidos. Me pregunto cómo pudo ser.? Quizá, el secreto estuvo en no leer ninguno de los documentos que me dieron a firmar. Sencilla y llanamente, si, los firmé, ……….los firmé como a quien le ofrecen un copioso manjar, justo después de cenar.
Hoy quisiera confesar, hermético e isolado ante criticas de doble filo, que nunca adopté una norma, respeté al sistema, no me dejé arropar por el rebaño, ni fui equipo. Nunca me rendí ante nada, nunca perdí, conté con nadie, abandoné una causa que considerase más importante que el tiempo que merecía. Nunca aprobé una asignatura pendiente pero tampoco la suspendí.
Cuando era un hombre menudo, mi tía me repetía en innumerables ocasiones ¨Paquito, no quieras volar antes de saber andar. Vas a tener la vida de Panchito López, que con 1 año fue al colegio, con 2 se echó novia, con 3 tuvo hijos, con 4 montó su empresa, con 5 se hizo rico, con 6 se jubiló, con 7 se hizo viejo y con 8 se murió”. La verdad, salvo el tramite de los 8 años, todos los demás me parecieron sumamente interesantes. Permitidme una breve mirada al pasado, lejos de egos o apariencias. Tan solo para dejar plasmado sobre papel quién fui, cuando el espejo no me reconozca un pasado que, sencilla y llanamente, me pertenece.
A los 3 fijé mi pasión, a los 4 fui interno, a los 5 mi progenitor me convirtió en Superman….. al sorprenderme masturbándome, a los 6 tuve mi primera novia carnal, a los 8 aprendí a apartar toros bravos a caballo y a conducir, a los 9 aprendí a llevar moto, a los 10 mis amigos ya me sacaban 15 años, a los 11 hice el amor, a los 12 me expulsaron los curas por rebelión, a los 13 elegí a mi mentor, a los 14 fijé mis metas, a los 15 pedí mi primer crédito, a los 16 perdí a mi madre, a los 17 me fui a vivir solo y una desalmada me desguazó el corazón, entré en nomina, falsifiqué mi pasaporte al extranjero, vi el mar, y me saqué el carnet , a los 18 me compré el primer superdeportivo, a los 19 me fui a las COES, a los 20 emigré, a los 24 me casé, a los 25 hablaba 5 idiomas y trabajaba como ingeniero, …….obviamente sin serlo, que mérito!, a los 26 las deudas se contaban por docenas, a los 30 me independicé, tuve a mis hijos y a los 40 me jubilé. De los 40 hasta hoy, sigo evitando el vaticinio de mi tía para los ocho años y, para que negarlo, en diversas ocasiones lo evité. Hoy celebro seguir vivo. Renuncio al Marquesado a cambio de favores plebeyos de mucha monta.
El camino ha sido largo. Llego algo cansado y, como siempre con los deberes a medio hacer. Después de todo lo vivido, todo lo estudiado, todo lo olvidado y todo lo aprendido, llego rebelde en casi todo, maleducado cuando nadie me ve, ignorante de lo que no quise y sabio minimalista en aquello que me interesó. He olvidado todo lo que no me hizo daño pero sabría describirte con suma precisión donde cayó mi llave en el mar.
Por el camino me he dejado un sinfín de valores pero sin ellos vivo más feliz que antaño. Debieron ser como una especie de apéndices, vesículas u órganos no vitales que uno puede amputarse sin temer por su vida. Atrás quedaron la paciencia, la religión, la reverencia, la aprobación, la necesidad, los complejos y también la ambición. Sin embargo, aún atesoro males como la vanidad, el rencor, y alguna adicción pero nada que lastre mi intención. Si debo resumir los valores que pasaron la criba y que protejo a capa y espada, me quedan mis sueños, el amor, la libertad, la admiración, la sencillez, la bondad, la carencia del miedo y la rebelión.
Las reglas fueron siempre mi anticristo, imposiciones sociales siempre relacionadas con la rectitud, la exigencia, la precisión, la justicia, la limitación y también con el dolor. La regla de medir, las reglas de derecho, la regla menstrual, la que servía al profesor de fusta, y otras de cuyo nombre no me quiero acordar. La palabra regla siempre me causó reto y desobediencia, a partes iguales. Las reglas, esa especie de bosque sin arboles, ese ¨king¨sin ¨dom¨ , esa parada en el bar sin sed, corazón sin pulso, esa casa sin techo o ese mar con red.
Ahora que mi maleta ya no corre a bajo cero, que los escalones van de uno en uno, el sol nunca ésta de frente y llueve poco en mi habitación, recorro mi camino entre velos y recelos, con mis instintos a fuego lento, librando la batalla del tiempo que entra en fase de apnea, justo en el inicio de su penúltima contrarreloj. Hoy llegan al galope mis temidos “cuarenta y diez”. Una edad en la que mis delirios me hablan en otras lenguas.
No niego que he vivido como si fuese el último día y seguramente debo pedir perdón por lo sentido, a veces fuera de contexto, a veces fuera de tono, a veces demasiado yo. El niño que se esconde tras de mi sigue lanzando chinas al río, con el espejo entre los cordones y retando al destino, siempre Bonnie sin Clyde. Me declaro farsante de casi todo, empeñado en la ardua tarea de conseguir frenar el tiempo. Mi mayor virtud, conseguir llegar siempre a tiempo a todas esas citas que no necesitan reloj. Mi mayor temor es ver tan grandes las alas de mis vástagos, a punto de iniciar ese vuelo sin motor llamado Vida. Como dice la canción “the first cut is the deepest”.
Cada día me quedan menos ciudades que no me emocionen y recuerdo cuando los regalos llegaban ya abiertos. Cada nuevo lugar que visito me lleva al “y yo pasé, pasé cuando pasar era un hasta luego. Hoy pasar es casi siempre un adiós¨ Paso sin religión ni vocación, sin desidia ni tensión, extraño más que acompaño y me siento acompañado hasta en mi desolación.
Con el tiempo, pasé de ser un chico del sur que emigraba al norte a un hombre del norte que emigra al sur. Llego a mis 50 con la sensación de que casi fui formal, casi buen empresario, casi buen amante, casi buen padre, casi bueno en todo lo que hice, casi un ganador. Como dice el maestro “siempre bailé agarrado. De suelto, ni hablar” pero aquí sigo, cumpliendo años como una presa entre los silbidos de las balas que tarde o temprano me han de alcanzar. Me tranquiliza tanto como me preocupa que mis sueños ya vuelan casi sin miedo, casi sin viento, casi sin mi.
Desde esta playa multicolor diviso el contorneo de las caderas de un presente que se antoja menos febril que desfibrilador y quizá demasiado educado y civilizado para un depredador de sentimientos que ya no se conforma ni contigo ni sin ti.
Volvería a algún episodio de mi pasado? Antes decía cosas como “ni en broma, ni para coger carrerilla!”, pero si me pides honestidad, donde dije “Diego” hoy digo Si. A mis “cuarenta y diez”, en los que todos los recuerdos envejecen con temor, donde mi presente promueve y promete enajenación de principios y donde mi futuro, poco prometedor, amenaza con un cadalso de esos recuerdos venideros carentes de sudor, os invito a bailar conmigo, sordo de ambos pies, huérfano de leyes que juzguen quien soy, quien fui o seré.
Consciente del inicio de mi más próximo “más allá”, busco entre la maleza los ríos y tierras fértiles donde cosechar mis próximos afectos, un lugar en el alma donde poder colorear las sombras de las agujas de mi reloj de arena, en medio del vendaval. Número favorito? el 69, Letra? la G, un dicho? “que me quiten lo bailado”, color? rojo martini con hielo, derechos? el de pernada, ser vivo favorito? Un perro a caballo, viaje? en carabela de camino al nuevo mundo, compañero de viaje? Sancho, Organo? todos, menos el corazón.
Seguiré mi viaje, ese que inicié hace más de 33 años pues el mundo es un libro que únicamente puede leerse caminando. Sin más que añadir, no me compete prometer que seguiré cumpliendo años pero los que viva, los viviré bien vivo, sin mucha precisión, prisa o grandes expectativas pero vivo, que es bien sabido que “no hay gran diferencia entre estar dormido y estar muerto”. No cesaré en mi contienda de convertir mis caudales en sabiduría, esa que ha de guiarme a lugar seguro pues, con los años, la sabiduría es el galán que fecunda la felicidad, en detrimento de la belleza. El medio siglo amenaza con asalto al tren del tiempo pero desde que me reflejo en las olas, aparento alguno menos.
Paco Ramos
Emiratos Arabes Unidos, en diciembre de 2018
¡QUÉ NO DARÍA YO POR OTRO ADIOS!
Sonrisa neurótica, dientes afilados, un escenario de granos de oro, sudor de tentación y una división a partes iguales, multiplicada por dos. Como no acudir a una cita tan inesperada, diseñada con tal falta de precisión?
Impotente por cambiar todo lo que no cambia, mal acostumbrado a ganar campeonatos de natación rio arriba, no concibo como puede uno llegar a soltar los brazos y abandonarse a su suerte como un pelele de madera en este rafting que terminará por llevarse mis mas lindas luces de neón. Será que cada vez que uno divide su amor, multiplica, suma y resta casi en la misma proporción?
Qué no daría yo por volver a tener nada, por volver a tener todo y por todo y más de los dos, porque la verdad extirpase las reglas, por poner en marcha mi tren de cercanías o por clavar un dedo en el reloj. Que no daría yo, por ningunear al olvido, por vapulear la paciencia y desenladrillar mi corazón. Que no daría yo, por encapricharme como Wilde, por resembrar mi barbecho de rosas, por convencerme de que, para bien o para mal, el bueno era yo.
Solo quien vivió me creerá cuando digo que he visto con mis propios ojos como un sapo hería de muerte a un príncipe, como la mentira vencía al amor, como la traición ahorcaba a la esperanza, como las palabras sentenciaban un sueño, como el “para siempre” se vestía de luto o como el vello púbico lastraba al mismo Dios. Mis arrugas y canas son la más fiel prueba de todo lo anterior, pruebas solemnes que llegan sin derecho, pruebas que no se rinden ni al dolor.
Por alguna razón, quizá por cuestión de conveniencia o tal vez de supervivencia, los adioses siempre me supieron a reencuentro tardío, a tiempos de pompas de jabón, a “sálvese quien pueda”, a puntos suspensivos, a maleta de cuero viejo regresando a la estación. Siempre que otorgué un adiós, paradojas de la vida, lo adorné de esperanza. Algo así como un “vuelve que yo te espero”, pero hay adioses de esos que llegan para quedarse, adioses de mármol, adioses tan luengos como la distancia que existe entre Cartago y el corazón. A veces pareciera que todo el amor del mundo no bastase para noquear la calculadora de un “yo”. Será que quien tanto se despidió, es que en realidad nunca se marchó? . Las despedidas de verdad son las que no se dicen, esas de puntillas sin apenas ruido, aquellas que solo detecta el corazón.
Es el primer beso el que más se recuerda o el último que se dio? A mi parecer, uno no sabe cuánto se ha amado hasta que no llega el perdón. Dice el poeta “te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida seguiré pensando en ti”. Pareciera que más que un estado emocional o un dique a la mar, sea sencillamente una desgarradora y necesaria tentación para medir la resistencia de la soga que tensan el hola y el adiós.
Me remito al maestro, lo cual me pone contra las cuerdas, “a los lugares donde fuiste feliz no debieras tratar de volver”. Para quien tanto viajó, esta frase es como la dote de una parcela en tierras de Dios. Sin apenas margen de maniobra tomo camino al más allá. De nuevo una flor en llamas, un chute de vinagre añejo, la lívido a la cola del paro y la vida en carne viva entre las zarzas del corazón. El otoño llama a las puertas, cae afilada la lluvia sobre el camino y los catorce de febrero son llamados a las filas del Vietcong.
Paco Ramos
Emiratos Árabes Únidos, agosto del 2017
LOS SUEÑOS QUE NO ME DEJARON DORMIR
Playas Manchegas regadas por su ausencia, un pueblo por el que siempre pasa la guerra, un corazón Guernica, cultura sin escuela y hambruna de felicidad al más estilo postguerra. Deficit de acné entre tanta arruga, amigos de quita y pon, sentidos sin ton ni son y eco en la despensa. Olores generosos, sueños que no me dejaban dormir y unos besos que nunca llegan.
Estas fueron las mimbres que tejieron mis sueños. Proporcionalmente fue su tamaño y también su recompensa. La necesidad y el inconformismo dieron el visto bueno a mi intención. Aquel ayer que fue hoy y que ya es futuro, entretejió el músculo de mi camino a la “perdición”.
6 años de inocencia:
Jugando a encumbrar los dos rombos que dictaban mis horas de sueno, en el inicio de la batalla contra una España cañí, recuerdo una limusina con matrícula de California, unas señoritas justas de moral y seguramente vestidas por el mismísimo George Bataille. Patinaban por el paseo marítimo de alguna playa de California, lugar a donde mi ignorancia no me permitía llegar, pero sí soñar. Mi sueño navegaba por esas tierras, donde las carencias de mi queso Gruyère serían sustituidas por libertades, el glamour y los lujos de aquel niño que, desgraciadamente, nunca fui. Sencillamente nací adulto.
12 años de imaginación:
El curso escolar iniciaba cuando un atrevido compañero criticó el exceso de calor. Mi bien educado y poliglota profesor le interrumpió con un sentenciante “Tu no sabes lo que es calor. Termino de vivir varios anos en Bagdad y allí el calor del verano te quema los orificios nasales al respirar”. Mi mente de nuevo comenzó a soñar. Llegaron a mi sueno El Ladrón de Bagdad, la lámpara de Aladino, la alfombra voladora, las mil y unas noches y un mundo de media luna idealizado en technicolor. Aquel profesor hablaba de su vida en Alemania, California, Irak, etc…. y pronto me di cuenta que el colegio jamás me enseñaría nada de lo que yo quería aprender. Ese momento fue mi camino a la victoria y obviamente, mi mejor error.
14 años de pasión:
Era una noche desapacible, fría como el beso de un cura, luna tímida y el sentimiento de culpa de mi escapada clandestina. Mi ilusión y temor iban de la mano por los caminos de tierra, testigos de mi recién usurpada libertad. La ilusión por ver aquel rallye nocturno bombeaba intermitentemente entre el recuerdo del cinturón de mi progenitor. Esa noche y aquella curva forjaron una pasión por la automoción, el pilotaje, el riesgo y por todo aquello que suponía dar rienda suelta a mi recién estrenada ¨bendición¨
17 años de frustración:
El verano parecía inerte y todavía con ataques de amor en vena, un día se presento un cliente a tratar con mi padre. Yo le esperé para mostrarle el camino pero resultó que el camino me lo mostró el a mí. Apenas pasaron unos minutos cuando la amistad cimentó. La amplia diferencia de edad no fue ningún repelente sino una especie de magneto que parecía haber imantado todo lo que el aprendió. El era el hombre hecho a si mismo, hombre de negocios, liberal, idealista, bohemio y soñador, mi Juan Salvador Gaviota, quizá mi otro yo.
18 años de incomprensión:
Mi sombra de piedra entablaba el primer contacto de divorcio con la mies seca, los afectos del pasado y mi prematura entrada en el mundo laboral se iniciaba en una celda que duraría, tan solo, una eternidad. Una noche de primavera, una bella señorita bajó de su lujoso Porsche y con tanta belleza como arrogancia me dijo “Chico, si me consigues un apartamento en este barrio, exterior, por menos de 80 millones de pesetas, te doy 2 millones y medio para ti”. Mi mente echó a volar pero el vuelo duró lo que dura la realidad de un NO. El vuelo acabó pero mi sueño no. Otra de esas noches, como una cadena de despropósitos, llegó otro deportivo guiado por un hombre de negocios y 4 chicas de esas que un duende manchego no podría jamás merecer. En la corta distancia que unía su vehículo con la puerta del restaurante, vi como se detenían y hablaban varios idiomas. Si no recuerdo mal, con cada una uno diferente.
Hoy, mientras miro anonadado los reflejos de las palmeras sobre las aguas del mar, en esta ciudad donde los rezos a Allah impregnan de dudas los muros de la ciudad, el balance de aquellos sueños atestigua que hace ya tiempo que duermo de un tirón. Preciado menester para borrón de tinta como yo. Analizo mis grandes sueños y, bueno, estos son los que se pueden contar, los otros, por el momento, siguen en el salón de los oficios, a la espera de que mi autoridad moral de su aprobación.
Que curioso llegar a la conclusión de que todos los “labios por besar” los deseé en mi pubertad y ¨aledaños, antes de emborracharme de la vieja Europa en compañía de esperanza y pasión, las damas primero. Las metas se veían con la nitidez que uno puede ver un recuerdo del tamaño de un angström entre las dunas de un desierto.
Gracias a todo lo que no fui, a todo lo que no supe, a todo lo que no tuve, y con la gracia de todos los dioses que nunca tendré, Dios me libre!, conseguí ir ajustando cuentas con el destino.
Los sueños fueron diluyéndose a la velocidad de un perezoso y las metas viéndose borrosas según se iban aproximando, hasta verse como al contrincante de un beso en el ocaso.
No siguieron una secuencia pero tampoco ninguna pausa. De hecho, los primeros sueños fueron los últimos en realizarse. El primero llegó a los 41 años cuando decidí mudarme a California. El segundo llegó entre los 20 con el primer idioma y culminó con mi mudanza a Emiratos Arabes Unidos a los 47. El tercero llegó a los 35 años, cuando conseguí ganar aquel campeonato de rallys. También a los 42, cuando cambié los clavos de mi cruz por un puñado de arroz . El cuarto sueño llegó a mis 30, cuando escuché el silbato del tren. Turquía, primera estación, la segunda todo lo demás.
El quinto sueño me alcanzó a los 36, con la compra de un inmueble en aquel barrio donde los sueños de un chaval eran proporcionalmente del tamaño de su frustración.
Y el último sueño, el censurado, sea como fuere, ya se soñó. Todos los viví con la intensidad de Juana Inés de Asbaje, allí donde el peligro me estrecha su mano en el zaguán de mi más sana y censurada tentación.
Como dice el maestro, “ahora que los sentidos sienten sin miedo, ahora que me despido pero me quedo” y que los sueños me dejan dormir solo sueño que lo hago de un tirón. Algo parecido a un estado de enajenación mental atemporal donde el soñar es ahora y la meta va a trompicones entre el antes y el durante. El después trae una nueva meta que sufre el mismo ciclo. Ya no vale el sacrificio. El mañana es ahora y el ayer lo plasmo en escritos que un día den sentido a mi enajenación.
Que es un hombre sin sus sueños? Lo desconozco pero cabe imaginar, una especie de Don Juan sin un alma que acariciar. Quizá el mejor sinónimo de sueño sería “realidades lejanas”.
Paco Ramos
Emiratos Arabes Unidos, en abril de 2017
Ariadne 02.01.2019 03:03
Soñar; buscar, rriesgar; compartir; seducir,abandonar; odiar,respetar,amar; crecer,aprender...
Cada minuto y cada coma. Cada imagen
Vida: take my breath away
Eduardo 04.04.2017 20:39
Como decía Wallace en su épico y novelado discurso en la batalla de Stirling en el lejano 1297... Todos los hombres
mueren, pero no todos los hombres realmente viven... Quien no arriesga alguna vez todo por nada es poco probable llegue a entender.
Tú si
Comentarios
30.08 | 22:43
Hola Ciborg. Si, son escritos autobiográficos y la vida es un cúmulo de em...
30.08 | 22:05
Buenas noches... O día, según el Hemisferio. Paco, estoy ojeando tus ...
16.05 | 01:00
Sin palabras... Seguro una alma de mundo
02.01 | 03:03
Soñar; buscar, rriesgar; compartir; seducir,abandonar...